Por: José Fernandes, Presidente de Honeywell Performance Materials and Technologies para Latinoamérica
Cuando se trata de acabar con la hambruna mundial, vamos en la dirección equivocada. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estima que 828 millones de personas pasaron hambre en 2021, un aumento de 46 millones respecto al año anterior y 150 millones desde 2019.
Podemos culpar a las situaciones de siempre: la pandemia de COVID-19 y su impacto en la cadena de suministro; la inflación, que ha provocado que el índice de precios agrícolas se dispare un 19% desde 2021; o el calentamiento global y las duras consecuencias en la producción agrícola. Sin embargo, otro de los factores de menor impacto, pero igual de importante, ha sido la pérdida y el desperdicio en el suministro mundial de alimentos.
Sin embargo, si la frase “desperdicio de alimentos” todavía te hace pensar en dejar el plato limpio a la hora de la comida, es momento de reconsiderar algunas cosas. La pérdida y el desperdicio de alimentos son problemas graves que no solo afectan la capacidad del mundo para prevenir la hambruna, sino que derrochan toda el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital dedicados a producir, transportar y almacenar alimentos que nunca se consumen.
¿Qué tan grave es la pérdida y el desperdicio de alimentos?
De acuerdo con la ONU, las cifras son desconcertantes. Entre la cosecha y la venta a los consumidores se pierde aproximadamente el 14% de alimentos producidos y el 17% de la producción total de alimentos se desperdicia.
En general, la cadena de suministro de alimentos requiere una serie confiable e ininterrumpida de actividades de producción, almacenamiento, transporte y distribución refrigerada. Actualmente las tecnologías de refrigeración crean una cadena de frío eficiente para garantizar un suministro seguro de alimentos frescos y congelados a los consumidores de todo el mundo, incluidas las regiones afectadas por la inseguridad alimentaria.
Aunque esta cadena de frío es esencial, también debemos considerar formas de reducir su impacto ambiental. Una forma de hacerlo es reemplazando los refrigerantes convencionales de alto potencial de calentamiento atmosférico (GWP por sus siglas en inglés) con alternativas de menor impacto. Por esta razón, ya existen opciones de refrigerantes de hidrofluoroolefina (HFO) de bajo GWP con el mismo funcionamiento que productos anteriores y que dejan una huella ambiental menor.
Reducción de emisiones a lo largo de la cadena de frío
Cultivar frutas y verduras en el desierto no es sencillo de hacer, pero una nueva generación de agricultores está utilizando invernaderos con clima controlado para administrar la temperatura, la luz, la humedad y el uso del agua para crear oasis interiores donde las plantas puedan prosperar en condiciones de crecimiento ideales. Por ejemplo, algunas fincas están utilizando refrigerantes que tienen un GWP inferior a 1, es decir, un 99% menos que el GWP de los refrigerantes de hidrofluorocarbono (HFC) convencionales, esto con el objetivo de controlar el ambiente y reducir las emisiones de carbono.
Por otro lado, algunas empresas están actualizando los sistemas de refrigeración de sus instalaciones con refrigerantes de mezcla de HFO de bajo GWP adecuados para refrigeración comercial de temperatura media y sistemas de refrigeración de alta temperatura.
La sostenibilidad es una prioridad para muchos supermercados, pero cuando el objetivo es “alimentar a las personas y al planeta”, hay que poner especial atención a nuestra huella de carbono. Es por eso que algunas cadenas eligen refrigerantes con un GWP más bajo para los sistemas de refrigeración comercial, algunos de los cuales ofrecen un GWP hasta un 68 % más bajo.
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