En un entorno marcado por la volatilidad geopolítica, la aceleración digital, las presiones económicas y una creciente complejidad regulatoria, es natural que los líderes concentren sus esfuerzos en temas como la transformación, la eficiencia y la competitividad. Sin embargo, existe un factor silencioso y transversal que atraviesa todos estos desafíos y que, muchas veces, se subestima: el fraude.
Más que un problema operativo o de cumplimiento, el fraude está íntimamente ligado a las decisiones más estratégicas del liderazgo corporativo, especialmente:
Pero ¿cómo hacer tangible esta conexión? Todo empieza con las preguntas correctas:
Quizás le surja la pregunta: ¿qué relación tiene todo esto con la seguridad digital tradicional? Lo explico.
Muchos ejecutivos aún operan bajo la suposición de que reforzar los procesos de autenticación es suficiente para aumentar la resiliencia organizacional frente a las amenazas digitales actuales. De hecho, ha habido avances notables en este ámbito.
Un ejemplo, es el estándar FIDO (Fast Identity Online), que introdujo métodos más seguros y convenientes como la biometría por huella digital, reconocimiento facial o de iris, con el objetivo de eliminar el uso de contraseñas y combatir el robo de credenciales y los ataques de phishing.
Sin embargo, este enfoque tiene limitaciones importantes. La autenticación FIDO vincula al usuario con su dispositivo, lo que significa que, en caso de pérdida, robo o coerción, la credencial puede verse comprometida. Además, sensores poco robustos siguen siendo vulnerables a spoofing mediante deepfakes, videos manipulados o moldes faciales.
Y aquí entra la dimensión estratégica: el fraude ha evolucionado más rápido que los controles. En un entorno marcado por la inflación persistente, la erosión de la confianza y la normalización del fraude de primera persona como “costo de hacer negocios”, la industrialización del fraude avanza con el uso masivo de IA y herramientas de automatización accesibles en el mercado.
En este nuevo contexto, las soluciones basadas en comportamiento e inteligencia adaptativa se vuelven esenciales. La identidad estática, basada en “quién eres” o “qué tienes”, ya no es suficiente. La nueva frontera de la confianza exige un análisis continuo de cómo se comporta el usuario, con monitoreo contextual, dinámico y en tiempo real.
Más que identificar al usuario por cómo digita, toca o mueve su dispositivo, lo que realmente diferencia a las organizaciones líderes es la capacidad de asociar estos eventos con el contexto, el patrón de gasto, la intención y el riesgo de cada transacción en tiempo real.
Se trata de una transición decisiva: de una autenticación puntual hacia un modelo comportamental, transaccional y adaptativo, que conecte señales internas y externas para formar una identidad inteligente y dinámica del cliente.
El defraudador del mañana ya está dentro del sistema. Sólo el comportamiento podrá evidenciarlo.
Ésta no es una visión de futuro, es la realidad presente de las instituciones más avanzadas. Equipos especializados ya operan bajo este nuevo paradigma de identidad conectada, donde cada interacción alimenta decisiones más precisas, seguras y orientadas por el contexto.
FICO es el socio estratégico ideal para liderar esta transición, conectando innovación con protección, y resultados con confianza.
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